Llegar a una nueva ciudad siempre es una mezcla de emoción y desconcierto. Todo parece familiar, pero distinto al mismo tiempo. Arequipa me recibió con calles de piedra, fachadas blancas y un sol que ilumina diferente.
Caminar por primera vez sola, sin saber exactamente a dónde ir, fue también una forma de encontrarme. Entre acentos nuevos y miradas amables, empecé a entender que viajar no es solo cambiar de lugar, sino cambiar la forma de mirar.
